Estábamos viendo el mar, viendo como se alejaba el día; como la noche aparecía.
Con una simple mirada, sentimos la verdad, sentimos que, de verdad algo existía. Sentimos que no habría mañana, que ese día acabaría, como el fuego acabó con nosotros, como nos transformó en dos sombras desnudas, en dos manchas negras en la pared; que lentamente se rozan, se sienten, se aman.
Fue una simple noche, una simple casa, un simple cuarto con simples personas; hasta que se tornó en un simple crimen.
El asesino rondando por las playas desiertas, todavía no sabía quien era; todavía no se imaginaba que pasaría.
Él era un simple hombre, alto, flaco y cansado, paseando por las playas del amor, paseando solo.
Luego de su larga aventura, quería llegar a su hogar, a abrazar a su mujer, su amor, su musa, su mañana.
Quiso darle una sorpresa y él fue el sorprendido. Así supo que no hay que abusar del tiempo, es sabio, sabe que, porque y donde, y nos trata de avisar a través de un reloj al que nadie le hace caso.
Ella nunca presintió nada, solo quería disfrutar, arder, llorar, reír, y solo lo conseguiría en los brazos cálidos de otro hombre.
Nunca supo que ese sería su último beso, su última caricia; si tan solo lo hubiera pensado, escaparía; escaparía sin rumbo alguno.
El “otro” solo deseaba lujuria, quería ser amado, pero solo lo conseguiría espiando, espiando a la mujer del prójimo; imaginando su cara, su boca, sus brazos y manos sobre ella, esa fascinante hembra, que nunca tendría.
Él, fue solo un simple testigo de excepción, un simple curioso; por ahora.
El sol se aleja, la luna aparece; esa hermosa moneda brillante, purificaba nuestros cuerpos, nuestras sombras; nos sentíamos especiales, únicos.
La luz de la luna chocaba contra la lámpara de bronce, formando figuras especiales; figuras que en realidad no existían, que nuestras almas creaban.
Las figuras, intentaron avisarnos, cosas que nuestras mentes enamoradas no distinguían.
El lugar del rimen fue el lugar del crimen.
El asesino fue el asesino.
La víctima fue la víctima.
El testigo de excepción, fue el testigo de excepción.
El arma del crimen, destrozada en mil pedazos.
El asesino logró su meta, la mató; pero lo que nunca matará será la pasión de esas dos sombras, de esas dos manchas, que siempre recorrerán las almas de los enamorados.