miércoles, 19 de mayo de 2010

miércoles, 12 de mayo de 2010

Adiós amor, hola tristeza (Micael Carranza)


Aquella muchacha escribía poemas, inspirada en la pérdida del amor verdadero. Lágrimas corrían e inundaban las hojas. Druidas, magos y hechiceros trataban de consolarla...
Pero sin ningún sentido.

El brujo del bosque se convierte en molusco para entrar en su corazón, con un fin; devolverle la sonrisa. Mientras él camina por su alma, cae una llovizna que mana de sus ojos.

Ella no quiere sonreír, suelta su abanico, entra en trance.

Como una amatista es su sueño, precioso y valioso. Su madre la cubre de glicinas para perfumarla.
El fuego consume las flores, el humo se esparce en la casa.
Desaparecen las raíces de todo rastro de vida.

Su amor con un aleteo y una azucarada sonrisa desaparece en el aire.

lunes, 3 de mayo de 2010

Rayuela. capítulo 68 (Julio Cortázar)


Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.